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El pasado 17 de enero de 2014 tenía una corazonada. Estaba sin coche, el suyo en el taller. Le presté el mío. Así que tomé un taxi hasta el hospital nacional. No está demasiado lejos. Llevaba unos días con paludismo pero esa mañana me encontraba bastante mejor. Ya estoy familiarizado con algunos de los pabellones del hospital. Fui sólo, una visita relámpago, pero en el momento oportuno dirigí mis pasos al lugar en dónde se encuentran los famélicos (desnutridos) extremos.
La semana pasada intercambié saludos y bromas con Bubakar. Al llegar la familia me saludó con alegría. Pero una sombra de tristeza dibujaba sus rostros. Esperaban lo peor. El desenlace se anunciaba inmediato. El niño, de tal vez 8 ó 9 años estaba en las últimas. La muerte por desnutrición no es mera estadística, tiene rostro y afecta a seres humanos que quieren vivir como tú y como yo. Yo sabía que él hablaba francés.
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Pedí permiso a la familia y le dirigí la palabra:
- ¿Cómo te encuentras?
- Muy débil. Gracias por venir. No te esperaba. Eres un regalo que Alá me hace en el último momento.
- Hay algo que puedes hacer por mí, – le dije guiñándole un ojo.
- ¿Qué?,- me dijo con apenas un hilo de voz.
- Bendíceme.
- Eres tú el que me tienes que bendecir.
- De acuerdo. Primero lo hago yo y después tú.
Mis manos lo bendijeron con emoción posándose en su pecho y estrechando las suyas con delicadeza y afecto. Él, a las puertas de la muerte me bendijo en el nombre de Alá, apretando mis manos y luego acariciando mi mejilla. Luego se quedó dormido.
A los quince minutos lo cubrieron con una sábana blanca y lo retiraron de la sala. Me despedí de los familiares que agradecieron mi nueva visita y les expresé mi más sentido pésame.
Volví a casa nuevamente en taxi con un nudo en la garganta. Puede que hubiese cometido una pequeña imprudencia, estando como estaba con paludismo. Sin embargo el corazón me decía que había hecho lo correcto. Además, creo que este artículo vale por los dos que me pidió mi compañero en la mañana del pasado sábado a cambio de la camisa. Cuando la estrene recordaré a Bubakar.
Ya el paludismo ha quedado prácticamente atrás y el trabajo en esta bendita tierra no nos da tregua, ni a mí con el Djerma, ni a mi compañero Mauro con los inmigrantes.
El pequeño gesto del hospital, ¿no os parece que es un verdadero diálogo ecuménico de religiones? Es más, también es un diálogo humano, de sentido común, profético, pues en lugar de dejar odio, rencor o víctimas, lo que ha prevalecido es la bendición única del Dios de todos.
¡Que el alma del pequeño, y la de todos los fieles difuntos, descanse en paz!
Desde Niamey a 20-1-14, un abrazo siempre fraterno.
Paco Bautista , sma.
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